Muchos niños criados en hogares cristianos no comprenden el significado del Domingo de Resurrección. Afortunadamente, algunos de ellos más tarde se darán cuenta de su significado. Aprenderán que la Semana Santa no tiene nada que ver con conejos y chocolate, pero sí con el Salvador resucitado.
De igual manera, los discípulos de Jesús comprendieron muchas de sus enseñanzas sólo mirando hacia atrás. En Lucas 24:25-27, el Jesús resucitado habla de incógnito con unos discípulos en el camino a Emaús:“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Juan 2:18-22 es otro ejemplo que viene al caso. Sus discípulos recordaron Sus palabras y por fin entendieron su significado después de que fuera resucitado:“Y los judíos respondieron y le dijeron: “¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?”
Respondió Jesús y les dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.
Dijeron luego los judíos: “En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?”
Mas él hablaba del templo de su cuerpo. Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acor- daron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.”
Aunque la documentación de Jesús hablando estas palabras (acerca de destruir “este templo”) se encuentra sólo en el evangelio de Juan, Sus enemigos las recordaban. En Mateo 26:61, durante el juicio fingido, los testigos falsos declararon: “Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo”.
Como muchos judíos contemporáneos de Jesús creyeron en él y como los cristianos le anunciaban como el largo esperado Mesías, los rabíes no creyentes rechinaban los dientes de tales enseñanzas. Se atrincheraron y fabricaron escenarios alternativos.
Por contraste, el relato bíblico no sólo se fecha en el primer siglo, sino que es también el único relato fundado como historia real. Nuestra fe está basada históricamente.
Volviendo a Juan 2, hay tres importantes verdades teológicas evidentes en estos versículos:
1. Jesús resucitó a Su propio cuerpo. Dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. En la Escritura, sólo se dice que Dios resucita a los muertos (2 Cor. 1:9). Así este versículo es uno de las muchas evidencias para la deidad de Cristo, la realidad de que el hombre Cristo Jesús es también el Hijo de Dios.
2. Jesús no sólo hablaba de Su espíritu, sino de Su cuerpo resucitado: “Mas él hablaba del templo de su cuerpo”. La declaración de Juan es tan clara como el cristal, excepto para aquellos que tienen ideas contrarias al sentido pleno de la Escritura. En nuestra resurrección, nosotros también tendremos un cuerpo transformado, resucitado. Filipenses 3:21 lee: “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semjante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
3. Aunque Sus discípulos creyeron que era el Mesías antes de Su muerte y resurrección, hay un sentido en que no creyeron en él hasta después de haber captado los datos concretos del evangelio: “Por tanto, cuando re- sucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho”. Aquí vemos un vínculo directo entre la comprensión y el creer; la comprensión es el requisito para creer. Puedes comprender pero no creer, pero no puedes creer si no comprendes. Los intentos modernos de minimizar la importancia del conocimiento bíblico para el creyente son devastadores para la verdadera fe.
Aunque el segundo templo estaba en su quinta década de renovación, destruyeron el templo de Jesús (por muerte) aquel primer viernes santo. Pero Jesús reedificó aquel tem- plo en el tercer día (1 Cor. 15:4), aquel primer Domingo de Resurrección, por volverse a la vida física. Como la resurrec- ción de Jesús es el prototipo o primicias de la nuestra (1 Cor. 15:20), podemos anticipar nuestra propia resurrección corporal.
El apóstol Pablo habló de su deseo de estar con el Señor en el cielo: “más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (2 Cor. 5:8). Aun así, nuestra esperanza es que seremos resucitados corporalmente de la muerte en un cuerpo de carne. Esta creencia no es sólo del Nuevo Testamento, sino que data del tiempo de Job, considerado un contemporáneo de Abraham. Job sabía que su cuerpo sería resucitado, y esto basado en la obra del Redentor prometido de Dios. Job profetiza (19:25-27):
“Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí”. La resurrección de Jesús es el fundamento de nuestraesperanza. Como el Salvador dijo: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Esto es el verdadero mensaje del Domingo de Resurrección.
—Pastor Ed Vasicek