El liderazgo de una institución es una mayordomía encomendada tanto por Dios como por los hombres. Yo seguí a un hombre que pastoreó esta congregación por cuarenta años. El mismo fue el presidente fundador del Seminario Teológico Bautista de Detroit. Sirvo una congregación con un conjunto claro de doctrinas y estatutos que la gobiernan, y me llamaron a servir porque yo afirmé que estaba de acuerdo con ellos. Sí, creo que Dios dirigió mi vida a este lugar de servicio, pero lo hizo así por medio de agencia humana—un pastor, un comité de púlpito (encargado de buscar a un posible pastor), y una congregación.

Reconozco totalmente que esto es uno de los grandes retos de liderazgo en los contextos del ministerio. Los líderes no están libres para perseguir todos los caminos que les son disponibles. Deben trabajar dentro de los límites de sus documentos delimitadores. Deben trabajar bajo la autoridad de aquellos que les invistieron con la mayordomía de liderazgo. Eso quiere decir que las creencias de los líderes no son las creencias de facto de la organización. Si yo cambio, por ejemplo, mi punto de vista de los tiempos del fin, no quiere decir que la Iglesia Bautista de Inter-City ha cambiado su punto de vista. No me toca a mí decidir eso. La congregación lo hace.

Cuando las creencias de un líder se desplazan de las creencias expresadas de la organización, hay una opción que entraña integridad y una que no. La integridad llevaría al líder o a dimitir porque ya no puede afirmar su acuerdo o poner la cuestión de cambiar la postura de la organización ante quien tiene la autoridad de hacer la decisión. Que el líder, sin embargo, tome acciones que son contrarias a las creencias y los documentos gobernantes de la organización es una violación seria de integridad. Vestirlo en el lenguaje santurrón que quieras, sigue siendo engañoso y destructivo.

Que un pastor traze un rumbo nuevo que efectivamente vacía la iglesia hasta que los únicos que quedan están de acuerdo con él no es ético. Que el líder de una organización de servicio persiga una nueva dirección que deja la organización vulnerable al colapso a menos que la gente le acompañe en sus decisiones está mal. Esto no es liderazgo servicial. En realidad no es liderazgo; es coerción. No permite a la congregación u organización elegir una opción informada y libre en cuanto a su nueva dirección. El líder ha impuesto su voluntad, no ha servido.

Quiero asegurarme de que no se me mal interprete aquí. No me refiero a decisiones interpretativas acerca de lo que cabe dentro de los documentos gobernantes de la iglesia u organización. Hablo de contradecir y sortearlos. Es el modo de pensar que trata al líder como si tuviera algún conducto directo de Dios que le da el derecho de ignorar los límites propiamente contenidos en los estatutos y artículos de fe. Es la evidencia de que no importa cuánto se habla de estar centrados en Dios, demasiadas de nuestras iglesias y organizaciones para-iglesias realmente están edificadas alrededor de hombres.

Un genuino líder servidor vive dentro de los límites de mayordomía bosquejados para él en los documentos gobernantes de su iglesia o ministerio. Si se encuentra a sí mismo en desacuerdo con ellos, o se quita a sí mismo de su cargo o convoca a la iglesia o ministerio para que reconsideren su postura. Si hace esto último, lo hace primero, no después de posicionar las cosas para que diciendo no lleve a consecuencias catastróficas. Dejando a la gente ninguna opción si no es doblarse a tu voluntad es la antítesis del liderazgo servicial.

—Dr. Dave Doran

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