Dos amigos hablaban sobre temas religiosos. Cuando discutían la cuestión del castigo por  el pecado en la vida futura, resolvieron para su satisfacción que no habría.

Decidieron que el infierno era un mito; arguyeron de que Dios era un Dios de amor, y así no podría consignar a sus criaturas al castigo eterno.


La conversación decayó. Luego, un persona creyente de la Biblia, que había sido un oidor silencioso de la discusión, dijo: “¿Y si es verdad, después  de todo?”
La palabras parecían caer sobre los oídos de los otros dos con fuerza aplastante. El poder de Dios parecía estar en ellas, como siempre que se dice la verdad.
Un silencio solemne reinó por bastante rato.

¿Y si es verdad, después de todo, de que Dios debe castigar el pecado? ¿Cómo podrías estar de pie ante él? ¿Qué le dirías? ¿Cómo te iría ante el Juez?
“por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:31).
¿Y si es verdad, después de todo, que el infierno es una realidad? Un escéptico burlonamente preguntó: “¿Dónde está el infierno?”.   La respuesta pronta y verdadera vino: “Al final de una vida que rechaza a Cristo”.
Déjame preguntarte: ¿Qué habrá al final del sendero que ahora pisas? “…está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
¿Y si es verdad, después de todo, que el Señor Jesús es el único Salvador, que su muerte es el único medio por el que puedes llegar a ser apto para la presencia de Dios? ¿Y si le descuidas? “Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”    (Hebreos 2:3).
¿Y si es verdad, después de todo, que la “sangre de Jesús”, tan despreciada, es la única cosa que puede limpiarte de tus pecados? ¿Te ha limpiado ante Dios, o todavía estás en tus pecados, caminando a toda velocidad hacia la eternidad     de los perdidos?
¿Y si es verdad, después de todo, que, como dice la Escritura, la salvación no es por 
obras? “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9). Entonces, ¿qué valor tiene asistir a la iglesia, enseñar en la escuela dominical, visitar a los enfermos, etc., si dependes de alguna de estas buenas obras para salvarte  o para ayudar a salvarte? Peor que inútil, es un error fatal, si se persiste en ello como medio       e intento de ser salvo.
“…mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío,   su fe le es contada por justicia” (Romanos 4:5).

¿Y si es verdad, después de todo? Si fuera todo falso, el creyente tiene lo mejor en este mundo y no estará peor en el que viene. Pero si es verdad después de todo, cuán terrible será tu condenación si “mueres en tus pecados” (Juan 8:21).
Oh pecador, cree y acepta a Cristo y sé salvo. “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15).

Puedes asegurarte que es verdad y consecuentemente debes tomar la decisión.

–de un tratado publicado por Moody Press

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